El colesterol es una molécula esencial para la vida, presente en todas las membranas celulares y precursora de hormonas fundamentales. Sin embargo, desde mediados del siglo XX se convirtió en uno de los grandes “villanos” de la salud cardiovascular. Las cifras de referencia han ido cambiando con los años, y hoy es legítimo preguntarse: ¿hemos bajado demasiado los umbrales y estamos sobrediagnosticando?
De 300 a 200: la historia de un descenso
Hace 50 años, sólo se consideraba preocupante un colesterol total muy elevado, por encima de los 260–280 mg/dl.
Con el avance de la investigación epidemiológica (Framingham, MRFIT) se comprobó que el riesgo de infarto comenzaba a aumentar de forma progresiva ya desde 180–200 mg/dl.
- 1987 (ATP I, NCEP, EE. UU.): se estableció ≥240 mg/dl como “alto” y 200–239 como “límite alto”.
- 1993 (ATP II): se mantuvieron esos valores, pero se introdujo el LDL como marcador central.
- 2001–2004 (ATP III y actualización): se endurecieron los objetivos de LDL, sobre todo en pacientes de alto riesgo.
- 2013–2018 (ACC/AHA y guías europeas ESC/EAS): el colesterol total perdió protagonismo. El foco pasó a ser el LDL y el riesgo cardiovascular global.
En resumen: 200 mg/dl nunca fue un umbral de “hipercolesterolemia” en sí, sino el límite a partir del cual se habla de “colesterol alto-límite”. El diagnóstico formal de hipercolesterolemia suele establecerse con ≥240 mg/dl o con elevación de LDL según el riesgo individual.
La visión oficial: “cuanto más bajo, mejor”
Las principales sociedades médicas coinciden en que:
- El LDL es causal en la aterosclerosis.
- El riesgo de infarto aumenta de forma lineal con sus niveles, sin un umbral seguro claro.
- Reducir LDL con estatinas u otros fármacos disminuye el riesgo cardiovascular tanto en prevención secundaria como primaria, aunque el beneficio absoluto es mayor en pacientes de alto riesgo.
- Por eso, se recomienda mantener LDL lo más bajo posible, adaptando el objetivo al riesgo de cada persona.
Las voces críticas: ¿sobrediagnóstico y medicalización?
No todos están de acuerdo con este enfoque. Existen varias corrientes críticas:
1. Sobrediagnóstico
- Al bajar los umbrales, millones de personas son etiquetadas como “hipercolesterolémicas”.
- En prevención primaria, el beneficio absoluto de las estatinas es modesto, y algunos consideran que se expone a la población a efectos adversos innecesarios.
2. Colesterol como marcador, no como causa
- Algunos investigadores sostienen que el colesterol elevado es un indicador de riesgo, pero no la causa principal.
- Señalan que hasta el 50% de los infartos ocurren en personas con colesterol “normal”.
3. Hipótesis lipídica en cuestión
- Autores como Michel de Lorgeril argumentan que la relación colesterol–infarto ha sido exagerada e impulsada por la industria farmacéutica.
- Apuntan a otros factores clave: inflamación, resistencia a la insulina, dieta, microbiota y estilo de vida.
4. Enfoques nutricionales alternativos
- Corrientes de nutrición evolutiva y paleo insisten en que el colesterol dietético y las grasas saturadas no tienen el impacto que se creía en el colesterol sanguíneo ni en el riesgo cardiovascular.
- Critican que la “guerra contra las grasas” haya promovido dietas bajas en grasa y altas en azúcares refinados, con consecuencias negativas para la salud metabólica.
El punto de equilibrio: riesgo global e individualización
Hoy la tendencia es clara: no basta con mirar un número aislado. El diagnóstico y la decisión de tratar deben basarse en:
- Niveles de LDL.
- Presencia de otros factores de riesgo (hipertensión, diabetes, tabaquismo, obesidad, antecedentes familiares).
- Estimación del riesgo cardiovascular a 10 años con calculadoras como SCORE2 (Europa) o ASCVD (EE. UU.).
En personas sanas y de bajo riesgo, un colesterol total en torno a 200–220 mg/dl no implica necesariamente tratamiento farmacológico, sino medidas de estilo de vida. En cambio, en alguien con diabetes, hipertensión y antecedentes familiares, incluso cifras más bajas pueden justificar intervención.
Conclusión
El descenso del umbral del colesterol refleja tanto avances en el conocimiento epidemiológico como una tendencia a la prevención intensiva.
- Para la corriente oficial, el LDL es un factor causal y su reducción salva vidas.
- Para los críticos, estamos sobrediagnosticando y medicalizando en exceso, olvidando el papel de la inflamación, el metabolismo y los hábitos de vida.
No se trata de demonizar un número, sino de valorar el riesgo global de cada persona y personalizar la intervención.
