Nutrición para el control de la inflamación crónica de bajo grado

La inflamación es un proceso natural del sistema inmunológico que permite al cuerpo responder frente a infecciones, heridas o agresiones externas. Sin embargo, cuando esta respuesta se vuelve persistente, silenciosa y de bajo nivel, se convierte en un factor de riesgo para múltiples enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, artritis, e incluso trastornos neurodegenerativos.

Este tipo de inflamación, conocida como inflamación crónica de bajo grado, puede pasar desapercibida durante años. La buena noticia es que la alimentación tiene un papel clave tanto en su origen como en su control. En este artículo exploramos cómo una nutrición adecuada puede ayudar a prevenir y reducir la inflamación silenciosa desde dentro.


¿Qué es la inflamación crónica de bajo grado?

Se trata de una activación prolongada y moderada del sistema inmunitario que se mantiene en el tiempo sin un desencadenante aparente. A diferencia de una inflamación aguda (por ejemplo, una infección), esta forma de inflamación no presenta síntomas evidentes como dolor o fiebre, pero afecta a tejidos y órganos de forma progresiva.

Entre sus principales causas se encuentran:

  • Exceso de grasa corporal, especialmente visceral
  • Dietas ultraprocesadas y ricas en azúcares añadidos
  • Sedentarismo
  • Estrés crónico
  • Alteraciones de la microbiota intestinal
  • Exposición a toxinas ambientales

Combatir esta inflamación desde la base requiere un enfoque integral, y la nutrición es uno de los pilares más poderosos.


Alimentos antiinflamatorios: claves en la dieta diaria

Frutas y verduras de colores variados

Aportan polifenoles, carotenoides, vitamina C, flavonoides y fibra. Todos estos compuestos tienen efecto antioxidante y antiinflamatorio.

Ejemplos: frutos rojos, zanahorias, brócoli, col morada, espinacas, uvas negras.

Grasas saludables

Los ácidos grasos omega-3 son conocidos por su capacidad para modular la respuesta inflamatoria.

Fuentes: pescado azul (salmón, sardina, caballa), semillas de lino y chía, nueces, aceite de oliva virgen extra.

Especias y hierbas con propiedades antiinflamatorias

La cúrcuma, el jengibre, la canela, el romero y el orégano contienen compuestos bioactivos que reducen los marcadores inflamatorios.

Legumbres y cereales integrales

Ricos en fibra prebiótica y micronutrientes que favorecen la salud intestinal, clave para controlar la inflamación sistémica.

Alimentos fermentados

El kéfir, el yogur natural, el chucrut o el miso mejoran el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que influye directamente en la regulación inmunitaria.

Té verde y cacao puro

Ambos son fuentes concentradas de antioxidantes naturales (catequinas y flavonoides, respectivamente).


Alimentos proinflamatorios: lo que conviene reducir

Azúcares añadidos y harinas refinadas

Elevan los niveles de glucosa e insulina en sangre, favoreciendo un entorno inflamatorio.

Grasas trans y aceites vegetales refinados (como el de maíz o soja)

Están asociados al aumento de marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva.

Comidas ultraprocesadas

Contienen aditivos, emulsionantes, colorantes y grasas de baja calidad que alteran la microbiota y aumentan el estrés oxidativo.

Exceso de carnes procesadas y embutidos

Relacionados con la inflamación intestinal y el aumento del riesgo de enfermedades crónicas.

Alcohol en exceso

Promueve el daño celular y la inflamación hepática, además de alterar la flora intestinal.


La microbiota intestinal como mediadora de la inflamación

Cada vez más estudios vinculan la inflamación crónica con un desequilibrio en la microbiota (disbiosis). Una microbiota diversa y equilibrada produce compuestos antiinflamatorios, regula la permeabilidad intestinal y modula la respuesta inmune.

Para proteger la microbiota:

  • Aumenta el consumo de fibra soluble y prebióticos (como los presentes en alcachofa, cebolla, plátano verde, avena)
  • Incluye fermentados naturales con probióticos
  • Evita los antibióticos innecesarios y el uso crónico de antiácidos

Ejemplo de un menú antiinflamatorio diario

Desayuno: Avena integral con frutos rojos, semillas de chía y bebida vegetal sin azúcar

Media mañana: Puñado de nueces y té verde

Almuerzo: Ensalada de lentejas con espinaca, aguacate, cúrcuma y salmón a la plancha

Merienda: Yogur natural con canela y compota de manzana sin azúcar

Cena: Crema de calabaza, huevo poché, tostada integral con aceite de oliva virgen extra


Conclusión

La inflamación crónica de bajo grado es un enemigo silencioso que puede favorecer el desarrollo de múltiples enfermedades. La buena noticia es que una alimentación basada en alimentos reales, variados y ricos en nutrientes bioactivos puede actuar como medicina preventiva, modulando la respuesta inflamatoria desde dentro.

Adoptar una dieta antiinflamatoria no requiere restricciones extremas, sino conciencia, equilibrio y constancia. El poder está en el plato, y cada comida es una oportunidad para reducir la inflamación y mejorar la salud a largo plazo.

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